De nuevo por aquí

February 3, 2011

Ah truhanes, no; no había muerto el blog apenas nacido; sin embargo, sí murió mi ordenador el día 26 de diciembre -menudo regalito de Navidad- y tras infructuosos intentos para revivirlo y traerlo de las tinieblas; he tenido que echarme en brazos del consumismo desaforado y comprarme un nuevo petardo. El caso, amigos, es que sigo vivo, y el blog empezará de nuevo a dar toda la cera que se merece; porque los trayectos en Metro dan para mucho y ni os cuento las horas desperdiciadas en reflexiones de WC.

Salud y libre comercio.

La hora de la República

December 25, 2010

Como otra Nochebuena más, el Rey aparecía por televisión, en horario de máxima audiencia, para dirigir unas palabras a la Nación. Tras las típicas bromas sobre su acento, algunos le prestarían atención, otros seguirían atacando con avidez el jamón o la humilde cena de ayer -según la situación económica de cada uno- o simplemente cambiarían de canal, que para “oír ese coñazo ya están otros”. Lo cierto es que el Jefe del Estado habitualmente se dirige a la Nación en otros países y nada de ello es susceptible de ataque o crítica. El Rey cumplía ayer su función representativa del Estado.

Sin embargo el Rey llegó ahí a partir de la legitimidad franquista. Ni siquiera dinástica. La legitimidad democrática la obtuvo, muy a duras penas, tras la ratificación de la Constitución de 1978, y la sacralización de la misma no nos debe llevar a no preguntarnos sobre la esencia de la Jefatura del Estado. Los españoles que, como cualquier otra sociedad, aspiramos a la máxima libertad posible; no debemos limitarnos a la elección de nuestros representantes.

El Rey y la Corona han funcionado bien. Gozan del apoyo de la sociedad. Nos cuesta poco en comparación con otras Jefaturas del Estado. Ninguno de esos argumentos me parece válido contra el que sostiene un republicano de verdad: tengo derecho a elegir a mis representantes. Lo contrario implica autocracia, superioridad política; la capacidad de decidir por mí lo que quiero hacer sobre una esfera tan importante como es la política. La postura monárquica, en definitiva, por bienintencionada y cándida que pueda ser, se sustenta sobre la creencia de la inmadurez de una Nación y, por supuesto, de una radical falta de autoestima personal. De nada sirve abogar por la monarquía mientras se piensa que uno sí podría ser republicano, pero que “la mayor parte del país no tendría ni idea”.

Dicha peligrosa idea justifica las dictaduras. El caudillismo y el borreguismo al que estamos acostumbrados, por desgracia, en este país. Dicha peligrosa idea no es sino la traslación moderna de ese pensamiento elitista burgués. Sólo los más válidos podemos contar en la configuración política del Estado.

Quizá sea mi gusto por lo romano. Ese misticismo senatorial que me atrae. Quizá sea mi amor exagerado por lo francés. Pero hay que dejarse de tanto grito pseudomarxista -siempre con la chequera de papá en el bolsillo- en las manifestaciones por la República y recordar que fueron liberales los que trajeron esta forma de Estado a nuestro país. Fue Salmerón. Fue Castelar. Fue Ortega y Gasset. Marañón, Azaña, Alcalá-Zamora. Liberales y españoles. Patriotas que, en sus horas más altas, quizás no estuvieron a la altura de las circunstancias; pero siempre republicanos.

La República debe ser un edificio en el que todos los españoles participen y para ello no sirven las vanas excusas de los monárquicos. No sirven los chillidos de cuatro estudiantes en las calles -regado con una oratoria que espanta a cualquiera con dos dedos de frente-. Juan Carlos I, como humano, envejece. Y el republicanismo debe estar listo para dar el salto a la palestra cuando llegue el momento. Es la hora de la República.

Salud y libre comercio.

Como es Nochebuena y este blog acaba de nacer, algunas notas rápidas sobre la conocida como Ley Sinde.

1- La propiedad intelectual es una entelequia, un límite imposible. Muchos de los blogueros dicen, seguramente con buen tino, que es imposible ponerle puertas al campo; en este caso, Internet. En tiempos en que cualquier cosa, a las pocas horas de aparecer en Internet; se ha esparcido a lo largo de todo el mundo, a lo largo de innumerables servidores en distintos países; plantearse este tipo de límites carece de sentido.

2- Más aún; cuando alguien ha pagado por algo, nadie es quién para decirle qué hacer con lo que ha adquirido. La propiedad intelectual es un límite intolerable que obvia algo fundamental: la canción/libro/película que adquirimos es nuestra desde el momento en que la pagamos. Si nosotros la ponemos a disposición del que quiera, sin ningún tipo de ánimo de lucro; no estamos cometiendo ningún delito.

3- Las discográficas han de adaptarse a Internet. Hace años en España teníamos acerías y astilleros. Hoy no. Hace unos años la industria de telares manuales era boyante. Hoy tenemos telares industriales y miles de maestros tejedores acabaron sin trabajo. Ello trajo el abaratamiento de la ropa. ¿Por qué no vamos a tener hoy canciones más baratas, a disposición digital y a precios bajos como ya hacen algunos grupos?

La Ley Sinde es un intento más de un grupo privilegiado de mantener su posición dominante en el mercado. Discográficas, distribuidoras de cine y editoriales han de adaptarse a los nuevos tiempos, y rápido; porque Internet no espera a quien se queda atrás.

Salud y libre comercio.

Quién soy yo

December 24, 2010

Antes de presentarme, me gustaría darte las gracias por llegar hasta aquí. ¿Por qué elegí este nombre? Lo cierto es que primero pensé en ‘El Baúl’, pero ya estaba ocupado. Luego pensé en ‘Vino y Rosas’ y también estaba ocupado así que, muy originalmente, le dí la vuelta al título. ‘Rosas y vino’.

Como un sibarita y como un viejo caballero de club inglés, pensé en los viejos tiempos. Los tiempos de vino y rosas en los que se fumaba en pipa, se vestía de traje y los caballeros discutían, envueltos en volutas de humo, de sus negocios y propiedades. La democracia y los parlamentos seguían siendo el reducto de los oligarcas y los aristócratas. El cesarismo burgués estaba en su máximo esplendor. Y a mí, incomprensiblemente, todo ese elitismo burgués y decimonónico me atrae irremediablemente.

Cualquier tiempo pasado fue mejor, dicen; y me temo que acabaré yo diciéndolo también. Cualquier tiempo pasado puede entrar aquí, porque de la futurología no soy fan y de todo lo que haya pasado hablaremos. Política, economía, música y todo lo que se me ocurra, porque para algo seré el dueño de este selecto club.

Bienvenidos, echáos una copa de buen whisky con hielo y coged un sillón. Estáis en los tiempos de vino y rosas.